miércoles, 1 de julio de 2009

Las cosas por su nombre

No llamar a las cosas por su nombre o cambiar el significado de las palabras puede llevar a tergiversar el sentido recto de mensaje, y conducirnos finalmente a una especie de Babel en la que difícilmente nos podamos entender. Por eso conviene hacer algunas puntualizaciones.
La palabra antro, existente en nuestro idioma desde el siglo XVII, procede del latín donde significa “cueva, gruta o caverna”. Pero ya hace tiempo que tomó el sentido de “local o establecimiento de mal aspecto o mala reputación”.
Y por más que hoy se le quiera descargar de su aspecto negativo, la palabra antro, conservando su significación original, sigue aplicándose también a un lugar de mala nota o de aspecto dudoso.
Otra puntualización se refiere a la palabra compromiso, usada como pleonasmo, en frases como “no pudo asistir por tener compromisos adquiridos con anterioridad”.
Un compromiso es una obligación contraída o asumida con anterioridad, por lo que hablar de compromisos adquiridos con anterioridad es redundar en el mismo significado de compromiso, porque el compromiso ya implica un acuerdo anterior.
Y no se debe aplicar la vigencia a las personas. Afirmar que “Fulano todavía se conserva vigente” es rebajarle de categoría. Vigente puede estar una ley o norma cuando aun se observa o está en vigor; un estilo o costumbre cuando todavía está en uso. Pero una persona, cuando sigue en buenas condiciones físicas y mentales, se dice que está en forma, no vigente.
Y decir por un medio de comunicación que “existe cierta propensidad en los adultos a creer que las denuncias de los niños son fantasías infantiles”, es grave. Grave, sobre todo, por el contenido del mensaje. Pero reprobable lingüísticamente, por ignorar que la inclinación de alguien hacia algo se llama propensión, no propensidad.

Luque Maricarmen

No hay comentarios: