domingo, 5 de julio de 2009

Murió Harold Pinter: El privilegio de vivir con un genio

Hoy comienzo con una noticia luctuosa; no es mi costumbre, pero, teniendo en cuenta que alude a un personaje ligado al mundo de las letras, que es lo nuestro, le dedicamos este espacio y nuestro recuerdo.
El día de Nochebuena, a los 78 años, moría víctima de un cáncer, el Nobel de Literatura del año 2005, Harold Pinter.
El escritor, hijo de un sastre de origen judío, había nacido en un barrio obrero de la ciudad de Londres. Desde muy joven dio muestras de rebeldía, pues a los 13 años rechazó la religión y a los 18 se negó a cumplir el servicio militar. Por entonces ya había escrito sus primeros poemas y conocido el mundo del teatro como actor en compañías modestas.
Escribió su primera obra dramática, La habitación a los 26 años; fue el comienzo de una obra literaria cuyos frutos fueron 29 piezas teatrales, además de trabajos para televisión, radio, cine e incursiones en poesía y novela.
Defendía Pinter la tarea del escritor como explorador de la realidad a través del arte. Sostenía que “la verdad en el arte dramático es siempre esquiva. Uno nunca la encuentra del todo, pero su búsqueda llega a ser compulsiva. Es la búsqueda lo que motiva el empeño (....) En el arte dramático no hay una verdad única; hay muchas. Y cada una de ellas se enfrenta a la otra, se alejan, se reflejan entre sí, se ignoran, se burlan...”
En el teatro de Harold Pinter la realidad cotidiana se percibe como un tenso caos en aparente equilibrio. Es un teatro perturbador, desasosegante, virulento a veces, que se hermana con el de Ionesco, Beckett y Kafka.
Su época más prolífica fue la de la década de los sesenta, en la que cimentó su prestigio como gran figura del teatro británico, con obras como El amante, Retorno al hogar, Paisaje y Silencio.
En los años setenta se entrega a la dirección teatral, y ya entonces hace pública su posición política de izquierdas, con actuaciones comprometidas y coherentes.
A pesar de no haber podido recoger el Nobel a causa de su enfermedad, fue capaz, meses más tarde, en 2006, de subirse a un escenario para interpretar, en silla de ruedas, La última cinta, de Beckett, en el Royal Court Theatre.
La que fue su esposa durante los últimos treinta y tres años, Antonia Fraser, declaró a los medios que Pinter “era genial” y que vivir a su lado fue “un privilegio”.
Bonito y sentido epitafio para alguien que se ausenta.

Luque Maricarmen


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