domingo, 12 de julio de 2009

No caer en el reduccionismo

Un amigo radioescucha, que sigue fielmente mis intervenciones en la radio, me felicitaba a su regreso de un viaje a Madrid, por lo que había percibido de buen hacer lingüístico en lo relativo a carteles, anuncios y demás, lo que, según él, demuestra un cuidado extremo en el uso de nuestra lengua y un gran interés por su buen uso… Y lamentaba que en México no sucediera lo mismo.
Yo le agradecí de corazón su felicitación por la parte que, como madrileña, me toca, pero tengo que confesar que, si bien es cierto que son cuidados los mensajes que han de ser expuestos en lugares públicos, no es tan cierto que el interés por hablar bien, conocer mejor el idioma y conservarlo sea una de las constantes en las calles de las ciudades españolas, ni en los medios de comunicación.
Sin embargo, yo, aquí, desde el puesto de observación privilegiado que constituye un programa de radio al que tienen acceso cientos de miles de hablantes mexicanos, cada día tengo la suerte de poder constatar, a través de los mensajes que recibo, la pasión que en México despierta lo relativo a nuestra lengua común y el enorme deseo de los mexicanos por expresarse con corrección en el lenguaje oral y escrito.
Teniendo en cuenta que México es el país con mayor número de hispanohablantes del mundo, es esperanzador para el futuro del español el amor que por esta lengua sienten la mayoría de sus hablantes.
Por cierto, una cuestión lingüística que a muchos interesa es el valor de un tiempo verbal que se usa poco en México, pero que es habitualmente empleado en otros lugares de habla hispana. Se trata del antepresente: (he amado, has amado, ha amado, hemos amado, han amado).
Este tiempo, como su nombre indica, algo anterior al presente, se refiere al pasado, pero es un pasado cercano, más cercano que el pretérito (amé, amaste, amó...). Ej.: “El mes pasado conocí a los papás de mi novio, hace unos días, a sus hermanos y esta mañana he conocido a sus abuelos”. “¿Qué has comido hoy? -Como ayer comí carne, hoy he comido pescado”.
Con frecuencia, este tiempo es sustituido por el pretérito, pero es conveniente el uso de los dos. El reduccionismo en el idioma, es decir, la supresión de palabras reduciéndolas a una es una tentación en la que conviene no caer, pues lo empobrece. Usémoslas todas, que para eso están.

Luque Maricarmen

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